martes, 7 de agosto de 2007

Las Palabras del Parcial


1. Acróstico
Es una composición poética constituida por versos cuyas letras iniciales, medias o finales forman un vocablo o una frase. También se llama así a las palabras formadas mediante esa composición acróstica y, como tercera acepción, al pasatiempo —frecuente en las páginas de entretenimiento de los periódicos— consistente en hallar las palabras que, colocadas en columna, formen una determinada frase.
El acróstico más conocido de la lengua castellana es de La Celestina, de Fernando de Rojas, pero como es un poco largo para reproducirlo aquí, presentamos el que sigue, de autor anónimo, extraído de la Wikipedia, dedicado a una ignota Sonia:
Supiste una vez más
Ocultar tu rostro,
Negar al mundo ese don
Impreciso pero dulce, así,
Amante: tu boca.
La palabra acróstico, un cultismo registrado en nuestra lengua desde 1703, [época del gran influencia de la cultura francesa la corte española,] a partir del francés acrostiche. Pero el vocablo se había formado mediante las palabras griegas akros —adjetivo que marcaba el extremo o la parte más elevada de alguna cosa— y stiches (verso). Akros está presente en palabras como ‘Acrópolis’ (la parte más alta de la ciudad) y ‘acróbata’ (originalmente, aquel que camina sobre la punta de los pies). Stiches aparece en palabras vinculadas al lenguaje poético, como ‘hemistiquio’ (la mitad de un verso, separada de la otra por una cesura) y ‘dístico’ (composición poética que consta de dos versos).
2. Aforismo
Sentencia breve que se da como regla, resumiendo algún conocimiento esencial o una reflexión filosófica. Máxima que se da como guía en una ciencia o arte.
Aforismo proviene del sustantivo griego horos (mojón), del cual se deriva el verbo aphorizein (separar, definir) y de éste, el sustantivo aphorismós (definición).
Los primeros aforismos fueron los principios médicos expresados por Hipócrates (460-377 a. de C.), como el que sigue:
Las enfermedades son crisis de purificación, de eliminación tóxica. Los síntomas son defensas naturales del cuerpo. Nosotros los llamamos enfermedades, pero en realidad no son sino la curación de la enfermedad. Todas las enfermedades son una misma, y su causa es una misma en todas ellas, aunque se manifiestan por medio de diferentes síntomas, de acuerdo con la determinada parte del cuerpo en que aparezcan.
En el ensayo Aforismos y conocimiento, de Carlos Enrique Berbeglia, se dice que los aforismos "no dan pie a la duda, promueven la acción gracias a la certeza que imprimen, establecen claras demarcaciones de género, raza, clase social, etc., permiten la reflexión del lector pero en forma circular y no necesitan ser demostrados". Es la diferencia que existe entre estos dichos y los refranes, que son sentencias veces metafóricas de uso más común que los aforismas.
Otro derivado de aphorizéin es aphorisma (objeto puesto aparte), de donde proviene la palabra española aporisma incluida en el Diccionario de la Real Academia desde su primera edición en 1726, con el significado de "tumor que se forma en los animales entre el cuero y la carne". En esta palabra se originó el cubanismo apolismar, que significa "lastimar, magullar", como figura en el Diccionario de voces cubanas de A. Prichardo (1836).
3. Afrodisíaco
Que estimula el apetito sexual. Dícese de las sustancias que tienen esta propiedad.
Los griegos ya conocían el efecto de algunas hierbas como estimulantes sexuales y hacían con ellas infusiones que llamaron afrodisíacos (aphrodisiakós). El vocablo surgió del nombre de la divinidad Afrodita, la hija de Zeus y Dione y amante de Adonis, diosa del amor erótico.
Según otra tradición, Afrodita sería hija de Urano, cuyos órganos sexuales, extirpados por Cronos, cayeron al mar y engendraron a la diosa, que por eso fue llamada "nacida de las olas".
En Roma, Afrodita fue identificada con la antigua divinidad latina Venus, de la cual la gens Iulia a la que perteneció Julio César, pretendía ser descendiente.
A pesar de que la palabra griega tiene más de 2.500 años, el primer registro de afrodisíaco que se conoce en castellano data de 1867.
4. Apocalipsis
Último libro canónico del Nuevo Testamento, contiene las revelaciones atribuidas al apóstol Juan, referentes en su mayor parte al fin del mundo.
Por lo terrible de sus revelaciones, apocalipsis se ha convertido en la palabra preferida de los predicadores que anuncian el fin del mundo poniendo las manos sobre la Biblia, pero en realidad denomina genéricamente los antiguos escritos judíos o cristianos (especialmente el último libro canónico del Nuevo Testamento, atribuido a San Juan) que contienen revelaciones, en particular sobre el fin del mundo, casi siempre presentadas en forma de visiones.
Algunos estudiosos creen que el Apocalipsis del Nuevo Testamento es en realidad una colección de trabajos de varios autores desconocidos, que habrían vivido en el último cuarto del siglo I.
Apocalipsis es la revelación profética de un acontecimiento dramático para la Humanidad, en el que las fuerzas del mal vencen a las del bien en un gran cataclismo que constituiría el fin del mundo.
Según otras interpretaciones de los mismos textos religiosos habrá un cataclismo cósmico en el cual Dios destruirá los poderes dominantes del Mal e instaurará la supremacía del Bien en un reinado mesiánico.
A pesar de que el Apocalipsis bíblico es el más conocido en nuestra civilización, la literatura apocalíptica se remonta a la religión persa, fundada en el siglo vi antes de Cristo por el profeta Zoroastro.
Su nombre deriva del latín apocalipsis, que a su vez proviene del griego apokalypsis, que significa ‘acto de descubrir, descubrimiento, revelación’.
5. Archivo
La historia de esta palabra se remonta a 30 siglos atrás, cuando Atenas era gobernada por el rey Codros, en una época en que la ciudad fue invadida por los dorios. El oráculo de Delfos había vaticinado que los atenienses sólo lograrían vencer y expulsar a los invasores si Codros perdiera la vida en batalla.
Al conocer la profecía, el monarca fue al campo de batalla y provocó abiertamente a los dorios hasta éstos lo mataron, pero enseguida sufrieron una derrota aplastante a manos de los defensores de Atenas.
Los atenienses decidieron entonces que no había nadie que reuniera condiciones suficientes para suceder en el trono al rey héroe y decidieron nombrar en su lugar a un magistrado civil, que llamaron arkhon, en español ‘arconte’, dando inicio así a una magistratura que gobernó a Atenas durante cinco siglos, hasta la tiranía de Pisístrato, en el siglo vi a. de C.
El edificio de gobierno, donde el arconte ejercía sus funciones, era el arkheion y el conjunto de los documentos públicos allí albergados se llamaba ta arkheia, palabra que en latín tardío dio lugar a archivum, que llegó al español como archivo.
A partir de arkheion también se originó otra palabra griega, arkhé (gobierno, mando), que está presente como elemento compositivo en numerosos vocablos de nuestra lengua, tales como ‘monarquía’ (gobierno de uno), ‘oligarquía’ (gobierno de pocos) y ‘anarquía’ (ningún gobierno), así como ‘patriarca’, ‘matriarca’ y muchos otros.
6. Bazo
El bazo es un órgano de consistencia semejante a una glándula, aplanado y oblongo, situado en la región superior izquierda del abdomen, en contacto con el páncreas, con el riñón izquierdo y con el diafragma.
Bazo aparece en español como adjetivo hacia comienzos del siglo xiv, con el significado de ‘moreno tirando a amarillo’, probablemente a partir del latín badius (rojo). En poco tiempo, la palabra pasó a ser usada para designar este órgano debido a su color, puesto que el bazo es un reservorio de sangre. Se dejó así de usar la palabra latina splen, splenos, proveniente del griego splenikós, que hasta entonces había dado nombre al órgano. Sin embargo, este origen ha dejado rastros en la lengua española en vocablos como esplénico (relativo al bazo) o esplenomegalia (agrandamiento del bazo).
La palabra latina sobrevivió también en inglés, lengua en la cual el bazo se llama spleen.
Y sin pretender agotar las derivaciones de este término, vale la pena mencionar que la forma inglesa arriba mencionada volvió a entrar al castellano con otro significado: esplín, que significa ‘melancolía’, porque antiguamente se creía que la sede del humor melancólico estaba situada en el bazo.7. Cábala Conjunto de doctrinas místicas y metafísicas, de carácter esotérico, desarrolladas en el judaísmo, sobre todo en los siglos XII a XVII. Cálculo supersticioso para adivinar alguna cosa. En los países en los que están muy extendidos los juegos de loterías o quinielas y entre los aficionados a juegos de azar como la ruleta, los jugadores eligen cuidadosamente los números por los que apuestan, con base en sueños, sucesos de la vida cotidiana en los que tales números aparecen o en la mera inspiración del momento y llaman 'cábala' a los motivos de su elección, pero raramente conocen el origen de esta palabra.Cábala llegó al español a través del latín medieval 'cabala', palabra derivada del hebreo 'qabbalá', que a su vez tuvo origen en la raíz semítica 'qbl' (recibir).'Qabbalah' se usó para designar toda la tradición no contenida en el Pentateuco (los cinco primeros libros de la Biblia). El primer texto relacionado con la cábala, Séller Yesira (Libro de creación), fue escrito en Palestina entre los siglos III y IV. En él se intenta explicar la relación de la divinidad con la creación, fundamentándola en los séfirot (diez números básicos) y en la combinación de las veintidós letras del alfabeto hebreo. La obra clásica de la cábala es el Zohar (resplandor) escrito en arameo por Simeón ben Yohay, más divulgada la traducción y versión del español Mosé ben-Sem-Tob de León (1250-1305). Desde un principio, la cábala estuvo vinculada con la magia, la astrología, la nigromancia y la quiromancia y justificaba sus teorías desde la gematría (concesión de valores numéricos a las letras y palabras, recurriendo incluso a multiplicaciones y divisiones) y a la temurá (permutación de letras) para la interpretación de los textos. La cábala, como doctrina seudorreligiosa, adquiere su esplendor en la comunidad hebrea tras la expulsión de los judíos de España, en 1492. Al final, la cábala estaba vinculada únicamente a la magia y al ocultismo, y su decadencia ocurrió en el siglo XVIII. La primera documentación en español de cábala se registra en el prólogo del Libro de la caza, de don Juan Manuel (1282-1348): "Otrosi fizo trasladar toda la ley de los judios & avn el su talmud Et otrasciençia que an los judios muy escondida a que llaman cabala». 'Cábula' es una variante de 'cábala', contaminada por 'fábula', que se usa en algunos zonas de Argentina y Colombia con el significado de 'treta'. En Chile y Honduras, 'cábula' se transformó en 'caula' y también en 'cabla'.
8. Crónico
En la mitología griega, Cronos, el dios del tiempo, era una de las divinidades más antiguas, ya que era hijo de Urano, el dios del cielo, y de Gea, la Tierra. Fue elegido por su madre para vengarse de Urano y, según cuenta la leyenda, con una hoz que Gea le dio, le cortó los testículos a su padre, ocupó su lugar en el cielo y se casó con su hermana Rhea, con quien engendró a Zeus. Se cree que el mito de Cronos es una helenización de antiquísimas tradiciones sirias e hititas.
Khronos, la palabra griega para tiempo, y khronikós (relativo al tiempo) son voces heredadas por el latín que, unos tres mil años después de nacida esta leyenda, llegaron a nuestra lengua en vocablos como crónico, crónica, cronológico, cronómetro, diacrónico y sincrónico.
En latín chronica, plural neutro del adjetivo chronicus (cronológico), era el nombre de los libros de cronología que llegó al español antiguo bajo la variante corónica, mientras que desde muy temprano se llamó cronistas a quienes escribían estos libros, y crónicas, pero como adjetivo, a las enfermedades sin cura, ya que perduraban en el tiempo. Más recientemente, se ha dado ese nombre a las narraciones periodísticas que se ciñen al mero relato de los hechos.
Anacronismo, que se refiere a algo que ha sido puesto fuera de su tiempo, nos llegó directamente del griego anakhronismós, con el mismo significado, mientras que sincronismo (correspondencia en el tiempo de las diferentes partes de un proceso) procede de la voz griega synkhronismós.
9. Epopeya
Las primeras narraciones literarias de la Historia son los poemas épicos, o sea, cantos trasmitidos verbalmente de generación en generación por los aedas –del griego aoidós (cantor)─, en los que se narran las hazañas de héroes míticos como el Peleida Aquiles o Ulises. Los poemas épicos o epopeyas constituyen una de las tres partes de la división clásica de la literatura, junto con la lírica y el drama. A los poemas épicos los griegos les dieron el nombre de epopoíia, palabra formada a partir de epopoiós (poeta épico). Epopoiós, a su vez, está compuesta por epós (relato, poesía) y poieíen (hacer, producir, originar). Los romanos llamaron a estos poemas carmen heroicum, pero la palabra griega reaparecería en el latín tardío por obra de los monjes medievales, y por esa vía llegaría a las lenguas modernas a partir del español epopeya(1612), el francés épopée, en 1690 y el inglés epopee y también epic poetry.
10. Europa
Muchos siglos antes de designar al Viejo Continente, Europa fue el nombre de por lo menos cinco heroínas que conocemos a través de la mitología griega; la más célebre de ellas fue la hija del rey fenicio Agenor. La bella adolescente Europa despertó una pasión incontenible en Zeus, quien la raptó y la llevó a la isla de Creta, la mayor del Egeo, donde ambos hicieron el amor bajo la sombra de unos plátanos, árboles que, en recuerdo de este romance, conquistaron el privilegio de no perder sus hojas. Del amor de Europa y Zeus nació Minos, quien un día sería rey de Creta.
Como topónimo, Europa aparece por primera vez en un himno homérico a Apolo datado entre los siglos VIII y IX a. de C., en el cual se designa con este nombre a una parte de la Grecia continental para diferenciarla del Peloponeso y de las islas del mar Egeo. Casi cinco siglos antes de nuestra era, Heródoto se refería a la amante de Zeus observando que «La fenicia Europa era asiática y jamás estuvo en la tierra que los griegos llaman ahora por su nombre». Por la misma época, Esquilo usaba este topónimo para designar las tierras que se extendían al oeste del Asia.
Se cree que el origen de este nombre puede estar en la lengua asiria, en la cual la dirección del sol naciente se llamaba asu y la del poniente, ereb o irib, de donde provendrían respectivamente los nombres de Asia y Europa. La hija de Agenor habría sido llamada Europa en alusión a su ida a Creta.

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