Extraño el hielo de tus labios
y la racía indiferencia de tus palabras,
añoro la escarcha de tus manos,
y la frialdad incesante de tus actos.
Anhelo gozar de tu tacto,
para que me inundes de tu frío el cuerpo,
ya rebosante del miedo de perderte.
Deseo sufrir una hipotermia de tu amor,
y morir con el corazón quelado de tristeza,
pero ahora tan sólo en silencio,
observo como el hielo de mi ventana
se derrite con el cálido fuego del alba.
La primavera, que no es primavera,
que es muerte, que enmarca olvido
y sangra soledad, ya llega.
ago
jueves, 27 de septiembre de 2007
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